Me he quemado las manos
tratando de descubrir
qué magia te habría traído a mis orillas.
Me he lastimado los pies
buscando el camino
que lleva a la puerta principal de tu hogar.
Me he quedado dormida
imaginando un futuro a tu lado
y ahora no puedo dormir,
planificando lo que será vivir sin ti.
Hemos caído tantas veces,
y sin embargo,
sólo fui conciente de nuestro inevitable final
en el momento en que la tercer cuerda de tu guitarra
se rompió.
Y entonces me resigné
al constante círculo de la vida:
todo lo bello algún día acaba
y hay que empezar de nuevo,
hasta la llegada de otra cosa aún más bella.
Y en el medio el yo,
y al final
y al principio,
sin importar el orden,
continúo buscando
ser
cada
día
más
feliz.