Y me encuentro, entonces,
con este papel,
con este lápiz,
y estas ganas de escribirle una carta al viento;
ya que a ti no puedo hacerlo.
Cómo explicarlo,
mi dolencia,
nos creí turistas en el país del amor
y me sorprendí al creer -ilusa-
que aprendiste su idioma
para usarlo conmigo.
Siento pena al darme cuenta
que sólo fueron frases llanas,
repetidas.
Siento lástima por mis manos
que arden anonadadas
por no tocarte.
Siento frío a pesar del abrigo
de quienes sí me quieren,
porque ellos
no son tú.
Siento tantas cosas malas
que sé que al terminar esta carta
- a tí, mi amigo viento,
y a tí, mi muso inexistente-
ya no sentiré nada.
Me exiliaré
abriré mis alas y me iré bien lejos
de este país
que nunca pisaste,
y que yo - tonta -
pensé que habitábamos juntos.
Dejaré atrás, solas y tristes
estas ilusiones jóvenes
abortadas
al poco tiempo de ser concebidas.
Emprenderé un viaje largo
al país de las alegrías genuinas,
esas
que nadie puede prestarte
porque sólo uno puede crearlas.
Lo más tonto,
es que cumpliré esa meta,
y al hacerlo
miraré
donde
tú
- al fin y al cabo -
nunca
estuviste.