lunes, 23 de febrero de 2015

luz

Después de tanto observar de lejos,
después de desear tanto en silencio,
después de esperar cada día para escuchar esa voz,
un día
bajaste del pedestal 
para llenar mis noches con besos de colores
embelleciendo mi piel con un sin fin de caricias,
cuando detuviste el tiempo haciéndome el amor.
Me resulta tan difícil creer
que finalmente te fijaste en mí,
me elegiste,
y me dijiste que era lo que siempre estuviste buscando.

El problema, ya ves,
reside en que ahora
no sé quién soy,
no sé si soy yo la escribe estas líneas
o es quién tu quieres, la que lo hace.
Cada día despierto con el miedo
de que no sea a mí a quien abraces
si no a un espacio ocupado por mí.
Es que no hay forma
ni manera alguna
de que yo y esa persona podamos ser la misma.

O quizás si,
quizás esté viviendo ese sueño que todos quieren
y después de tantos golpes 
se vuelva imposible creer que soy tan feliz
bajo el arcoiris de besos en el que se convirtió tu cama.
Quizás ese Dios del que tanto hablas
por fin haya mirado hacia nosotros
y nos esté dando la oportunidad de ser felices,
al lado del otro, prácticamente desconocido
- y es ahí,
donde 
está 
la magia 
de 
todo 
esto-. 

Estás
presente en cada situación diaria
impidiendo que mi cabeza no haga más que pensarte,
y anoche - por fin - entendí:

Que el horizonte más hermoso de ver
es el que forma la curva de tu espalda cuando duermes boca abajo,
balbuceando palabras con un "mi" ante puesto
y asegurándome que es ahí donde debo estar.